sábado, 13 de julio de 2019

Veinte horas

¿Pensabais que había poco que contar del último día?
Le faltaron cuatro horas para ser un día completo, así que...
Según los monitores la recogida de habitaciones, maletas, sacos, etc. ha sido la recogida más rápida de la historia (de esta historia nuestra). Ello permitió disfrutar de un último día de piscina que con el calor reinante agradecimos vivamente; si además hubo helado...
Comimos a la carta. Aperitivo de entrada; dos primeros: fabes pintes con arroz  o macarrones; un segundo: compango; un postre: melón.
Queríamos volver a casa todos con la camiseta verde de este año pero alguna de esas camisetas no superó la prueba de los seis días -de los seis días puesta-.
Dejamos -dejaron los monitores- el albergue impecable. Luego cargamos el bus. Y pasadas las cinco de la tarde arrancamos hacia Asturias.

Añadir algo a estas líneas después de leer vuestros comentarios no resulta fácil.
MENDELéYEV ha dicho adiós. Todo lo vivido ha sido único e irrepetible.
Naturalmente que es momento para dar las gracias.
Gracias a esa generación de 27. Veintisiete elementos únicos e irrepetibles.
Y gracias a sus familias.
Gracias, Nedi y Chuso.
Gracias, monitores.
Y también a todos los que nos habéis seguido -unos más lejos, otros más cerca, aunque todos igual de cerca-.
Esta noche, cualquier noche, sin estrella fugaz mediante, pediremos un deseo; pudiera ser vernos, vernos mirando el CIELO.


















viernes, 12 de julio de 2019

Trece noches

De verdad, da la impresión de que el Campamento ha empezado hoy. Nos tomamos todo con tantas ganas, pedimos más cuando todavía no terminamos, queremos seguir cuando nos dicen ¡alto!, escuchamos con tanta atención, SABEMOS ESTAR prácticamente siempre... Da gusto.
Lo hemos dicho en alguna otra ocasión: el paseo de ida y vuelta a la piscina es una escuela andante de convivencia; nunca, nunca, nunca se ha originado un conflicto en esa caminata -un día charlamos con unos, otro día con otros, un día vas caminando sola, otro día es otra quien va con sus musarañas-.
Después de las aguas antártidas del Curueño las de la piscina de El Soto parecían termales. Y no, no fue el último día de piscina, todo indica que mañana sacaremos tiempo para despedirnos de ella. Habrá que hacerse los dormidos mientras escriben el blog.
Dormidos quedamos después de comer mientras nos hablaban.
Hacer (y lanzar) cariocas fue el taller de esta tarde. Cada grano de arroz que llenaba nuestro saquito bien podía ser: un compañero, una compañera, un bizcocho del desayuno, una visera azul, una camiseta verde, un chapuzón, una risa, una sonrisa, una mirada, un espera que te ayudo, una foto de todos, una voz de Nedi, un vozarrón de Chuso, un juego nunca visto, una visita inesperada, una visita esperada, un viaje en tren, un currusco, otro chapuzón, una noche en tienda de campaña, un palito con un puntalito en la punta, una monitora, un monitor, un cucu cantando sin cesar, un comentario en el blog...
Finalizado el taller unos eligieron colpbol y otros columpios, y debió ser buena elección porque nadie dejó lo que eligió.
Hicimos cuentas y las cuentas cuentan que hemos gastado entre cinco y seis euros en estos trece días; mañana, día catorce en MENDELéYEV, igual nos dejan comprar un heladín de despedida.
Seremos buenos.









jueves, 11 de julio de 2019

Estrofillas

¡Piiiiii, piiiiii,piiiiii!¡Evacuación, evacuación!
A las nueve en punto sonó la señal de evacuación. Dos minutos y cincuenta y ocho segundos después estábamos situados en el punto de reunión. Felicitaciones.
Madrugando así nos dio tiempo suficiente a desayunar y prepararnos para coger el tren a La Vecilla.
Mucho día por delante y mucho que ver.
Visitamos la Casa Consistorial, ubicada en un antiguo torreón medieval, donde vimos una exposición de fósiles de la zona que explican con detalle el período carbonífero que formó esta tierra (y Tierra) nuestra.
Subimos a la loma-mirador desde donde se divisa espléndidamente el pueblo de La Vecilla.
Descendimos y quedamos en el área recreativa junto al río Curueño.
Columpios.
Y sopas con piedras planas -esos saltitos que dan esas piedras al lanzarlas con cierto estilo sobre la superficie del agua-.
El baño fue fruto de un lento proceso de aclimatación a las gélidas aguas curueñenses; ahora bien, superado el proceso no había quien nos sacara del río.
Abierto el apetito no veíamos el momento de hincarle el diente a las alitas de rana -¿de rana?-; perdón, de pollo. Cuando lo conseguimos algunos perdieron la cuenta de alitas atacadas.
Buscamos sombra para descansar, buscamos toda clase de bichos -de tierra y agua-, jugamos interminables partidas al mentiroso, buscamos la manera de adelantar la entrada al agua -ay, la digestión- y... lo conseguimos. Por la tarde nos lanzamos a la poza desde la ladera de la montaña, ¡qué emoción!
Tanto estiramos la tarde que casi perdemos el tren de vuelta a Boñar. En el trayecto descubrimos cuánto se tarda en cantar todas las estrofillas -no son estrofas ni tampoco estribillos, pero pueden ser las dos cosas a la vez- de la canción Viajar en tren; exactamente lo que se tarda en ir en tren de La Vecilla a Boñar.
Nada más llegar ayudamos a montar las tiendas de campaña donde ahora duermen Andrea, Andrea, David, Diego, Lara, Lucas y Paula.
Luego nos duchamos y recuperamos fuerzas con crema de calabacín con curruscos, pescadín, pechuguina de pollo y yogur.
Con ánimo de descansar esta noche cambiamos la velada prevista por una sesión de fotos de los últimos días. Y todavía nos fuimos al prao de las cigüeñas para observar las estrellas y saber algo sobre ellas (la estrella polar, la osa mayor, las estrellas fugaces...)
No sabemos si en la cama contaremos ovejas para dormirnos o contaremos estrellas, pero lo que es seguro es que contaremos a quienes duermen con nosotros y a quienes nos esperan que hoy ha sido otro día maravilloso.
Felices sueños.








miércoles, 10 de julio de 2019

¡Menudos elementos!

Se nos olvidó contar que ayer pasó la inspección de la Junta de Castilla y León y que entre los nuevos documentos a rellenar hay uno que pide quién controla, por ejemplo, la siesta. Pensamos preguntarle a la inspectora que si la persona que controlara la siesta se dormía qué podría ocurrir, pero no quisimos soliviantarla.
Pasando al día de hoy, sin siesta, por si acaso, deciros que tuvo de todo o de casi todo.
Una larga mañana de piscina; con su cremita, su solarium, sus chapuzones, sus anchos y sus largos, un poco de palas, mucho charloteo...
Una pota de spaguettis a la carbonara vista y no vista.
Unas finales de damas, de dominó y otros juegos enormemente reñidas.
El esperado taller de hama.
Una carrera por La Vega (de Boñar).
Un batido reconstituyente.
Un poco de deporte.
Así, como si no quiere la cosa, alguien que salta cuatrocientas cincuenta y ocho veces a la comba. Seguidas, sí.
Una ducha más que merecida -y necesaria-.
Seguro que mañana acabarán diciéndonos que la camiseta que estrenamos el domingo no era para poner todos los días. Conclusión: Con un par de camisetas tiramos los catorce días.
Un momento para recordarnos los pasos a seguir en caso de evacuación. (Nos da que está al caer).
Cena pímpara: Hamburguesa de ternera y queso fundido, chips, refresco de naranja y yogur.
Y... Juego nocturno: Vacas en la noche. Tuvimos que buscar a una serie de elementos (el escurridizo antimono -Sb-, el atolondrado tóntolo -Ta-, el conocido lantonio -La-, el popular barrio -Ba-, el distraído estroponcio-Sr- y el desagradable rutio -Ru-. ¡Menudos elementos!
Los monitores siguen de cháchara. Nos dijeron que guardáramos silencio pronto, que estaban muy cansadinos y querían descansar. No hay quien los entienda.











martes, 9 de julio de 2019

¿Solo bailar? ¡Ja!

Con el just dance  -solo bailar- cerramos la jornada.
Bien podríamos haber ido a la ducha; mañana habrá que ventilar con prontitud las habitaciones.
Cuentan los mayores que en aquellos guateques de antaño eran pocos los que salían a bailar; en estos de ahora no hay nadie que deje de hacerlo. ¡Qué entrega, qué entusiasmo, qué pasión!
Veníamos de cenar sopina, tortilla de jamón y melón.
Y de escuchar una segunda charla sobre socorrismo, en esta ocasión socorrismo en playa.
La maniobra de Heimmlich, dominada.
Eso después de habernos duchado tras el regreso de la piscina adonde fuimos por la tarde dado que por la mañana las nubes no invitaban a ello. Mientras las socorristas se abrigaban de la brisa norteña nosotros nos zambullimos en las templadas aguas de la pileta; tardamos en salir del agua, se estaba mejor dentro que fuera.
La señora de la heladería ya nos sonríe (tres helados en cuatro días; cualquiera lo diría, estamos tirando la ventana por la casa).
Novedad: Habíamos ido hasta El Soto por el camino del río. Camino un poco más largo, pero más atractivo (los chopos, el puente sobre el Porma...)
Con un surtido pinchoteo volvimos a saborear las tortillas, los filetes y las empanadas domingueras, resultando sorprendente que en un plato a rebosar de trozos de tortilla alguno reconociera la de su madre. De postre, tartas; comimos de las dos que había e incluso repetimos.
Antes de comer jugamos en el prao de las cigüeñas, jugamos al CORCHNITE. Los monitores están pensando patentar la idea; hablaban de CORCHNITE para grupos de amigos, CORCHNITE para compañeros de trabajo, CORCHNITE para despedidas de soltero o soltera, CORCHNITE para...
¿Y antes del juego? Dibujo. El tradicional taller de cómic nos llevó a los años noventa del siglo pasado haciéndonos conocer otras historietas muy distintas a las que conocemos ahora.
Habíamos desayunado primero bizcochín casero. Lo hicimos pasadas las diez de la mañana; la resaca del día anterior costó doblegarla.
GRACIAS por vuestros comentarios.